¡Queremos todo!
Ir de compras puede que sea un buen momento (o un padecimiento para otras mujeres).
Yo lo disfruto porque se que me paro en la vereda del consumo y me halaga saber que el consumismo me pasa por al lado porque aprendí a elegir frente al “me llevo todo”.
Recorrer las tiendas de mis zapateras preferidas, los locales de las marcas y diseñadores que tienen ese item que me hará esbozar una sonrisa o acercarme a las boutiques en las que di con accesorios nada masificados, por ahí pasa mi disfrute al planear el shopping.
Siempre apuntando a adquisiciones que se podrán lucir en amplias ocasiones de uso y con la certeza de haber hecho “la compra”.
Esto mi marido lo entiende y lo percibo acompañándome con simpatía por dar con los autores de mi alegria shopinera. La confusión le llega a él después de las compras. ¿Por qué? Salí por un par de zapatos, una blusa y un anillo pero en mi cabeza me acompañan otros modelos que, con la factura ya en la mano, empiezo mentalmente a darle lucimiento hasta terminar convenciendome que esas prendas también me son necesarias.
Juro que no me pasa con todo. Compro algo y me engancho con otra cosa y paso la semana imaginando lo bueno que sería ese mix de compras imaginarias que me quedó en el tintero y me autoconvenzo que vale la pena invertir en las cosas que quedaron en el local porque, me recuerdo, como optimizará mi guardarropa.
Seguro les pasó de ir a comprar algo y al salir de la tienda hayan dejado el link a otras cosas que le gustaron y con el paso de los días esas prendas se conviertan en necesarias... o no?
Por más focalizadas que vayamos con el fashionismo ...¡Queremos todo!