#Presidenciables El estilo de Mauricio Macri
Si bien el jefe de Gobierno porteño no hace gala de un gusto prominente por la moda, representa muy bien a la clase media alta que camina por las calles de la ciudad.
Su estilo marca presencia de manera natural. Y eso lo favorece en la construcción de su imagen personal.
(Por Lorena Pérez | Publicado en Clase Ejecutiva, la revista del diario El Cronista)
Cuando el actual jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri hizo su aparición en la política, ya era una celebrity: además de por su condición de hijo de uno de los empresarios más poderosos de la Argentina (Franco Macri), había acumulado millaje en los medios durante la década del ‘90 como presidente de Boca Juniors.
El líder del Pro mantiene, desde los momentos en que se lo pudo ver como diputado, un look arreglado, correcto y llevado de manera natural. Tiene presencia, aunque no se pueda caracterizar como distinguido. Se lo ve cheto, pero sin mayor aspiración a alcanzar el upgrade de bien vestido.
Entre los presidenciables, es Mauricio Macri quien se puede realmente
relajar, sabiendo que no corre el riesgo de lucir desaliñado ni precisa
estudiar con especial detenimiento su vestuario de campaña presidencial.
El Jefe de Gobierno Porteño hace gala de un uso magistral del estilo
décontracté los 365 días del año.
Sus preferencias nunca parecen
forzadas porque apela a piezas clásicas enaltecidas por el buen corte y
la alta calidad. Así, los blazers, los pantalones y las camisas -en
talles, texturas y colores siempre armónicos- naturalizan especialmente
el dress code del líder y candidato del PRO.
Con un estilo de administración marcado por la afición al marketing, acentuada en la imagen, no teme hacer uso del outfit sportswear para ilustrar a los vecinos sobre los beneficios de andar en bicicleta para ir a trabajar o aprovechar los espacios verdes para practicar deportes, invitando en ese relato, además, al diálogo entre las personas que habitan su territorio de mando. Así, no duda en dejarse ver con casquete sobre el velocípedo amarillo para reforzar la idea de la prevención, ni tampoco teme dejarse fotografiar en shorts playeros y remeras blancas en una carpa de Pinamar o inaugurando las playas porteñas, acompañado de la igualmente sonriente y lookeada plana mayor del Pro. La actitud, aunque anticuada, a él le parece efectiva como postal que retrata lo que su gobierno desea comunicar: que toda situación es propicia para seguir trabajando, con la suerte de contar siempre con una cámara presente para inmortalizar el descontracturado momento.
Aunque su faceta política se percibe guionada, el convencional look de traje le sienta fresco. A diferencia de lo que caracteriza a la gran mayoría de los políticos argentinos, Mauricio Macri apela a entallar –apenas– la silueta y se lo ve cómodo, tanto cuando usa ambos sastreros desabrochados para actos de índole informal como cuando apunta a un estilo más formal, que incluye las corbatas como parte del guardarropas básico de todo dirigente.
El toque que lo distingue es el tándem en colorimetría justa que prevalece en su indumentaria oficial: las camisas celestes junto a trajes negros denotan calidad, y esa bonita visual de contraste de tonos resalta y deja en evidencia su buen criterio para vestirse. Punto a favor para estas elecciones que además, tal como dicta el dress code del político, su vestuario resulta fuertemente aspiracional para sus votantes, característica que comparte con su bella esposa, la empresaria textil Juliana Awada, siempre impecable. Otro de los rasgos distintivos de Macri es su cabellera que, con el lógico paso del tiempo y de su carrera política, pone acento en las canas. Su rostro también ha ganado huellas, tantas como anuncios de inicio de obras públicas gusta pronunciar.
Sin dudas, Mauricio Macri tiene claro que comunica con su imagen, y hace su statement fashionista al mantener la entonación cuando se saca el look sastrero como clara referencia de aspiración de cercanía con sus votantes y simpatizantes. El cuidado del estilo personal ayuda a construir la imagen. Y, en un dirigente con aspiraciones, este recurso nada frívolo como la moda bien implementada puede fomentar la confianza, potenciar la coherencia con el discurso, así como la búsqueda de la tan ansiada credibilidad que anhelan aquellos cuya mayor vocación es acceder a la vidriera que representa la presidencia de la Nación.