#Mujeres El estilo de las aspirantes a Primera Dama: Juliana Awada, Karina Rabolini y Malena Galmarini
(Por Lorena Pérez | Publicado en Clase Ejecutiva, la revista del diario El Cronista)
¿1+1 = 2?
Como coequipers, ¿dialogan estas mujeres con los looks de los aspirantes a suceder a Cristina Fernández de Kirchner? Karina Rabolini sobresale en elegancia, mientras que Daniel Scioli tiende a mostrarse despreocupado por su vestimenta. Juliana Awada tiene una gracia innata, rasgo del que Macri no participa, aunque sí está a la altura del cheto look cuando la acompaña. Malena Galmarini reivindica el estilo natural con el que se identifican muchas mujeres multitasking, y así establece una continuidad con el vestir de Sergio Massa, siempre listo para la acción.
De la pasarela al territorio
Karina Rabolini, compañera sentimental del gobernador bonaerense Daniel Scioli desde hace 30 años, es presidenta de la Fundación Banco Provincia. Con un pasado como modelo emblemática en los albores de la década del ‘90, cuando todavía trajinaba las pasarelas se probó el traje de empresaria, que aún utiliza. Primero, lanzó una marca de lencería de autor, y en los últimos años consolidó su compañía de cosméticos (de venta por catálogo), así como una línea de eyewear que demuestra que tiene un nombre propio para capitalizar. Fiel ladera de Scioli, especialmente desde que, en 2007, el exmotonauta fue elegido gobernador y, por ende, comenzó a configurar sus aspiraciones presidenciales, Rabolini ha hecho de su estilo un ejercicio de identidad.
Su look, incluso capilar, siempre se identificó con el concepto de ideas para usar, a través de outfits que transmiten la comodidad de quien se siente a gusto con lo que lleva puesto. Dicen los especialistas que el trabajo de una mujer puede marcar el carácter de su vestir. Y esta santafesina de 48 años da la impresión de que toda su vida se vistió para el rol de Primera Dama que, en 2015, conjetura más cercano que nunca de volverse realidad. En plena campaña, Rabolini tiene una presencia muy marcada, que incluso desafía el lugar común que la había etiquetado como simple ladera o figura decorativa. Pero, paradójicamente, justo cuando le toca jugar el juego para el que siempre se preparó, Rabolini erra. No sólo porque insiste en vestir- se como una señora aburrida. Sino porque, cuando se anima a fluir, elige poses y prendas –como en la tapa de la revista Hola!, en traje de baño– que hacen ruido si se los compara con el contexto medido en el que acostumbra a mostrarse.
De protagonizar carteles callejeros con los dedos en ve a opinar acerca de todo tema de la agenda política que le permita condimentar su espacio en los medios de comunicación, pasando por sus demostraciones públicas de cómo conseguir, paso a paso, el armado de ese rodete inmaculado que ya la caracteriza para la inmortalidad, Rabolini deja en evidencia que aprendió que todo suma a la hora de aportar esa dosis de proximidad y humanidad para potenciar al candidato presidencial del Frente para la Victoria.
¿Su repertorio fetiche? Conjuntos que combinan faldas tubo o pantalones amplios con un acervo de chaquetas que parece salido del inventario de Giorgio Armani, vestidos de largo midi y sus infaltables stilettos, símbolo fashionista universal de la sensualidad -para ellos - elegante - para ellas. Así, luce siluetas inspiradas en el pasado pero muy bien traducidas al estado del ánimo de la moda actual, consolidando una firme concepción por lo chic. Todo en Rabolini señala que es una mujer libre del dictado de las tendencias. En su look nada es pasajero, sino que cada detalle está al servicio de sus aspiraciones.
Fashionista de la política
Juliana Awada, la esposa del candidato presidencial por Cambiemos y actual jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, también se destaca por sus looks siempre acertados e impecables, llevados con una marcada convicción personal que la distingue. En una época en la cual las apariencias reemplazan a las identidades, que Awada respete su estilo sin apelar a mimetizarse con el dress code político promedio –tan despersonalizado por consejo de asesores y expertos en marketing– suma. Y es, casi, una declaración de principios, porque clarifica que la moda no es frivolidad, sino un reflejo de cómo Awada se ve a sí misma y desea ser evaluada por la mirada ajena.
La actual esposa de Macri es una empresaria que lleva la industria textil en las venas. Y, si bien se advierte que adscribe a las tendencias, también queda muy en claro que es capaz de hacerlas suyas. Su estilo varía entre el colmo del chic, amparado en su actitud etérea, y lo romántico.
Jeans, camisas, blusas, blazers, stilettos y una melena abundante que siempre se destaca –la lleve suelta o en una prolija cola de caballo–, se combinan con un make up natural que resalta los rasgos de origen libanés de esta morocha de 41 años. Su guardarropas apunta, definitivamente, a la practicidad. Y, por ello, representa muy bien a la mujer urbana moderna.
El conocimiento que Awada muestra en el vestir la posiciona como una fashionista experta. Desde 2010 acompaña a Macri y, cual guía del buen vestir de toda figura pública que se precie, se luce en todas y cada una de las ocasiones: en galas de beneficencia, cócteles de empresarios y festejos posteleccionarios, Awada siempre se hace notar, aunque se cuida muy bien de estar siempre en segundo plano.
Una novedad de los días finales de la campaña es el modo en que adaptó el concepto resort a la hora de acompañar a María Eugenia Vidal, candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires por Cambiemos, en una recorrida por el distrito de José C. Paz. Allí apeló a jeans, remera marinera y campera, todos ítems básicos para vestir el tiempo libre. A pesar de su esmero por parecer cercana, Juliana Awada tiene una imagen distante. Salvo cuando sonríe. Y en ese gesto, símil Julia Roberts, recoge suspiros, aunque es difícil que ello se traduzca en votos.
Nacida y criada
La trilogía se completa con Malena Galmarini, esposa de Sergio Massa, diputado bonaerense y candidato al sillón de Rivadavia por UNA. Más que acompañante –por acción u omisión, como es el caso de Rabolini y Awada, respectivamente–, es una militante política de pura cepa. Nació en cuna justicialista, ya que es hija de Fernando Galmarini (exsecretario de Deportes durante la presidencia de Carlos Menem) y Marcela Durrieu (concejala por San Isidro, en los ‘90 fue una de las diputadas nacionales que impulsó la san- ción de la ley de Cupo Femenino).
Mucho más desenvuelta a la hora de las declaraciones y apariciones públicas que sus competidoras, su guardarropas es propio de una mujer de 40 años que apela a la practicidad para desarrollar sus múltiples actividades cotidianas, siempre en la primera línea de decisión e implementación. Si bien el repertorio se compone de meras piezas básicas –palazzos, jeans, camisolas, chaquetas– que no encarnan otro valor que la funcionalidad, Galmarini las lleva con efectividad, porque sabe exactamente cómo adaptarlas al contexto, sea un acto político o un reportaje en televisión. En contraposición con tanta energía y convicción, su cabello: siempre lacio, y por momentos llovido, es una contradicción que podría solucionar sin que signifique una claudicación de sus ideales.
Acierto Karina, Juliana y Malena respetan sus gustos indumentarios y estéticos sin que las condicione el rol que cumplen en la campaña ni la proyección a futuro.
Desacierto Interesadas en la moda, ninguna de las tres (pero más grave en el caso de Karina y Juliana, dada su condición de empresarias del rubro) han mostrado interés ni inquietud particular por apoyar al sector, más allá de la asistencia a la primera fila de los desfiles, pero con el gesto de cualquier eventero.
Sugerencias El modelo de Primera Dama del siglo XXI impulsado por Michelle Obama, en los Estados Unidos, debería ser un ejemplo. La esposa de Barack Obama asumió, desde el minuto cero, un fuerte compromiso con la moda made in USA, luciendo en todas sus apariciones a diseñadores de cualquier nacionalidad pero que producen sólo en ese país.