Una mirada: Las periodistas de moda en tiempos digitales de fashion week
Con las redes sociales y las herramientas digitales como motor de salvación para cualquiera que mire de manera superficial su propuesta, el periodismo de moda se fue desdibujando en un feed colmado de ¡quiero todo!, selfie para demostrar pertenencia, catálogo de productos y obviedades que hacen gritar ¡es tendencia! De historia y contexto, nada.
Las revistas de moda y su lenguaje inflacionario, su mirada hacia la pauta, la perfección como indicador y la charla para que el auspiciante se luzca, aburren. Algunas pudieron adaptarse al mundo digital, otras no son más que las voces de las marcas porque no supieron responder a las necesidades actuales de la audiencia. Una entrevista a Hedi Slimane en el diario Le Figaro, a propósito de su debut al frente de Celine, me recordó cómo la prensa francesa tomó a la moda como cultura y la colmó de significado a lo largo de su historia.
Hedi Slimane es un creativo de la moda, pero aquí bien podría ser un cineasta, un músico, un sociólogo o artista plástico, porque el tono de la nota firmada por la periodista Laurence Benaïm da como resultado una historia que no necesita ser inflada por calificaciones o singularidades extravagantes. La moda no es sinónimo de frivolidad. El periodismo de moda ahí está, a la espera de ser ejercido y esa entrevista o medios como Business of Fashion, System Magazine, Another y la sección de Estilo o Sociedad de los diarios de Estados Unidos y Europa, lo demuestran.
Qué banal es la opinión amateur convertida en voz especializada en el arte del vestir. No es casual que en este punto del globo los medios especializados cuenten con personas que ni siquiera son periodistas, que chequean un par de artículos ajenos para desarrollar su idea y la nota está lista o quienes jamás accedieron a una fashion week pero hicieron una cobertura según lo que vieron en fotos o desde la puerta de los desfiles... El consumo de información cambió pero qué vacía quedó la expectativa de periodismo de calidad cuando el trabajo de un periodista lo hizo un opinólogo que, por el hecho de vestirse todos los días, no dejó tema por debatir sustentado en sus ideas y las respuestas recibidas. Un horror.
Sin embargo, en otras ciudades también pasan cosas. Algunos días atrás, la periodista Christina Binkley, quien durante 23 años trabajó en The Wall Street Journal y ahora es colaboradora del diario, tuiteó que la casa Chanel le negó el acceso al desfile Primavera / Verano 2019 (a presentarse el 2 de octubre) en represalia a un artículo donde había mencionado a la familia Wertheimer, dueña de Chanel. Si se fijan, el periodismo de moda nunca incomoda. Es más, presenta novedades cual house organ de la marca que pauta y apoya al medio, se agradecen, se mandan saludos, dicen que se admiran; entablan una conversación pública que deja afuera al lector. Un papelón.
El caso que expuso Christina Binkley dio lugar a una seguidilla de ejemplos de censura que sufrieron otras periodistas que publicaron sus notas en los diarios. Cathy Horyn con acceso denegado al debut de Hedi Slimane en Saint Laurent por decir que si existió una silueta Slimane, es porque antes hubo una skynny de Raf Simons. Patrizio Bertelli le faltó el respecto a Suzy Menkes en un desfile de Prada porque la crítica, en ese momento en el Internacional New York Times, había contado que los números en la casa no iban bien. Robin Givhan prohibida en los desfiles de Rodarte porque en un artículo se preguntaba qué tenían las hermanas Kate y Laura Mulleavy que sin estrategia comercial eran tan bien consideradas por la industria y la prensa. También Chanel dejó de invitarla cuando publicó un artículo de largo aliento argumentando que Karl Lagerfeld estaba sobrevalorado.
Armani, Dolce & Gabbana, Carolina Herrera, Oscar de la Renta, la lista es nutrida y existe cuando los periodistas están comprometidos con su oficio y el lector, sin el condicionamiento total de la pauta publicitaria, la reseña fácil y el artificio del click que augure lectura. Y por supuesto, un editor que acompañe.