Por Candela Abril Rodríguez | Editora ¡Una pizca de azúcar!
Ediciones Ampersand realiza, desde hace cinco años, una actividad dedicada a establecer una conversación acerca de su
colección de moda dirigida por Marcelo Marino, única en el país. Las primeras Jornadas de Moda de la editorial fueron sobre Periodismo de Moda y tuvieron lugar en 2019, en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires –
MALBA–. Las segundas, sobre moda argentina, se llevaron adelante en 2023, en el Museo Nacional de Arte Decorativo –MNAD–. La última edición, del 16 y 17 de octubre, repitió locación, pero no el eje articulador de las charlas. Libertad, palabra que hoy funciona como un significante vacío en que cualquiera deposita el significado que desea. Esa misma palabra es la que ordenó las terceras Jornadas de Moda de la editorial, en colaboración con L’Officiel. Además, cada uno de los expositores manifestó a su manera –y desde sus respectivas disciplinas– en las charlas, una fuerte preocupación por el ataque directo a la cultura y a la moda, mediante el cierre del
Museo Nacional de la Historia del Traje.
“La libertad en discusión” fue el tema de las jornadas. Y, aunque no parezca casualidad el hecho de que, en un momento tan crudo para hablar de libertades, Ampersand lo eligiera; lo cierto es que, un poco, lo fue. La editorial había pensado analizar esta palabra antes de que, como resultado de un profundo cambio y trastocamiento del imaginario respecto de los elementos fundantes –como el orgullo por la educación y la salud pública, y la cultura que nos enaltece a nivel internacional, por mencionar algún ejemplo– de una sociedad argentina que, con ciertas inquietudes sin resolver y una propuesta proveniente del poder político que se decía novedosa y superadora, se pusiera en discusión su verdadero significado. Debates que parecían estar saldados, en realidad no lo están. Palabras que creíamos que se encontraban lo suficientemente integradas en la memoria colectiva de los argentinos, de repente tienen significados increíblemente volátiles y fácilmente intercambiables. Entonces, parece casi obra del destino el hecho de que la discusión discurriera en torno a esta palabra, pese a que la editorial Ampersand la propuso como eje de las charlas previo al año que corre.
Pero ¿por qué importa tanto conversar acerca de la libertad? ¿Por qué resulta necesario debatir y llegar a un acuerdo respecto de cuestiones que, hace no tanto tiempo, pensábamos que estaban resueltas? Estas inquietudes reinaron en las Jornadas de Moda 2024. Un brevísimo repaso de lo que está sucediendo hoy en Argentina, podría verse más o menos así: desfinanciamiento de las universidades públicas, cierre de espacios clave para la producción de cultura y censura a las opiniones disidentes. Todo esto en una época de trolls en que la discusión respetuosa y consciente parece no encontrar lugar para siquiera nacer. Menos aún, para prosperar. Una época en que el poder, abyecto, mezquino y egoísta, tiene más fuerza que nunca, porque los mismos ciudadanos, en una rencorosa rivalidad y con una aparentemente infinita falta de empatía, le allanamos el camino para que así sea. Pero donde hay poder, hay resistencia. El diálogo que se generó los días 16 y 17 de octubre en el MALBA da cuenta de esto.
En este complejo entramado, la moda no es para nada ajena. Atraviesa nuestras vidas, en tanto que seres humanos que se visten, en el marco de un sistema al que no se le escapa ninguno de nuestros movimientos. Alcanza, desde aquellos amantes de la moda en sus elecciones estilísticas, hasta a quienes reniegan de la misma y rehúsan participar del circuito, alegando ir contracorriente. Sorpresa: la moda como sistema nos incluye a todos, queramos o no, y dice mucho de nosotros. Puede contar cómo es nuestra personalidad o cuál es nuestro nivel socioeconómico, como poco.
En un mundo en que la moda cumple un rol tan fundamental –¿acaso no vivimos en una sociedad de gente vestida?–, y en un contexto en que quienes llevan la batuta del país quieren hacernos creer que no sirve de nada estudiarla, la resistencia reside en que estos espacios de debate, que son vitales, den lucha, existan de todas formas y a como dé lugar.
La moda, lejos de ser banal o de carecer de importancia, tiene que ver con la creatividad inherente al ser humano. En ese sentido, la socióloga Daniela Lucena, quien participó en la segunda mesa del miércoles 16, dijo algo así: “La creatividad debe ser vista como un espacio para trastocar lo dado, para poner a disposición otras versiones de la realidad”. Como propusieron Camila Milessi y Emiliano Blanco de
Kostüme en la misma charla, esta creatividad se activa en el uso del espacio público, en las universidades –los diseñadores fueron alumnos de la UBA–, en el recorrer la calle. Como ciudadanos, al contrario de la bastante popular y contemporánea opinión que dictamina que no debemos involucrarnos en política, tenemos el deber de encargarnos de los asuntos de la polis –‘politiká’ como ‘asuntos de las ciudades’–. La transformación y la mejora de nuestras condiciones de vida en sociedad, surgen en la forma de la resistencia a estos poderes que nos constriñen.
¿Nos están robando esta posibilidad, esencial para el ser humano, de ser creativos? ¿Estamos siendo privados de ser partícipes, consumidores y productores de la cultura viva que siempre debimos defender? El segundo día de las Jornadas de Moda se desarrolló en una biblioteca llena y con una mesa compuesta por sociólogas, periodistas e influenciadoras de moda. A quienes asistimos nos recibió la siguiente imagen: carteles pintados a mano con frases como
“No al cierre del Museo del Traje” y
“Yo apoyo al Museo del Traje”. De nuevo, el elemento político del que es imposible escapar. Incluso para los que se autoproclaman ‘apolíticos’, cualidad imposible de conseguir –¿acaso no tomamos una posición, incluso cuando negamos rotundamente hacerlo?–. La toma de posición y la exposición de la opinión –formada– frente a un otro –en este caso, frente a una sala llena–, es todo un acontecimiento en una época en que, casi como si hubiéramos retrocedido 40 años, se corre el riesgo de ser silenciado y, en el mejor de los casos, sólo eso. Los oradores, tanto de la primera fecha como de la segunda, decidieron correr el riesgo.
“La importancia del afuera es que nos fuerza a pensar y el cierre de un museo nos fuerza a pensar, a ponernos en movimiento, tanto en el pensamiento como en la acción”, dijo la socióloga Gisela Laboureau.
Contestataria, redobló la apuesta de Spinoza, quien se pregunta por lo que puede un cuerpo, y pensó en lo que puede un cuerpo vestido; y, más aún, un cuerpo vestido a la moda. ¿Dicen algo nuestros cuerpos? Sí, ¿pero qué? Según Laboureau, nuestros cuerpos hablan, aunque no vengan de la palabra hablada. Entonces, resulta esencial preguntarse qué tienen para decirnos. “Las preguntas que podemos hacerle a nuestro cuerpo vestido conforman un glosario del cuerpo”, sostuvo la socióloga. A través de nuestros cuerpos vestidos, mediante las creaciones de la moda, podemos conocer nuestra cultura. Aquí se vislumbran varios caminos posibles: hay un lugar para la coacción, otro para el disciplinamiento de los cuerpos y para la distinción social. Pero también hay un lugar especialmente reservado para la fantasía. Siguiendo la idea de la socióloga que expuso en la biblioteca del museo, la moda –además de funcionar como lenguaje– es una fantasía portátil cargada de valor afectivo y simbólico que, como si lo anterior fuese poco, representa un lugar donde la resistencia se permite ser.
En el hecho artístico y cultural en general, y en la escritura, la investigación, el diseño y el estudio de la moda en particular, hay un dislocamiento de las relaciones de poder y, también, un espacio para respirar. En esos actos hay una resistencia al omnipresente poder que se esconde silenciosamente –aunque hoy parezca hacer más ruido que nunca– en las rendijas de la sociedad y ataca sin remordimiento alguno. “La cultura está viva porque diseñamos, pensamos para nuestros congéneres y nuestras situaciones, pero todo eso lo hacemos, comunicamos y compartimos todos los días –dijo Camila Milessi, diseñadora de Kostüme–. Le ponemos la vida a esto, así que no demos por sentado nada, porque es muy fácil destruir. Entonces, tenemos que hacer que las cosas duren, que crezcan y que la gente tenga esperanzas para hacer más”. Además, Milessi plantó una potente reflexión en las cabezas de quienes estábamos allí: “Si todo es tan fácil y de un día para el otro lo construido deja de existir, pierde sentido. Y si deja de existir, lo vamos a volver a hacer”.
Del encuentro organizado por
Ediciones Ampersand, podrían surgir algunas reflexiones –o, al menos, ¿una suerte de moraleja?– y algunas líneas de acción. Ahora, nos toca continuar con la tarea de cuidar y mantener viva a la cultura. No podemos dar por hechas las cosas que supimos conquistar –llámense derechos o museos–, porque estas no son indisolubles. Hoy están, pero mañana podrían desaparecer. Es un deber ciudadano ejercitar el pensamiento crítico, el debate y la memoria. “Tener una mirada crítica sobre un mundo que nunca es el único posible”, dijo el diseñador
Pablo Ramírez en la mesa en que participó junto con Camila Milessi. También, resulta una obligación el posicionarse y actuar frente a los ataques que, con tan poca vergüenza, lanzan las esferas que más poder tienen para marcar el rumbo de nuestras vidas. Nuestras historias y nuestros destinos. Pero no el destino de los individuos, sino de una nación entera –porque nos desempeñamos individual y colectivamente, en un contexto del que no es posible escapar–. En medio de embestidas sin precedente a todo sector que no represente una ganancia instantánea para el Estado –desde luego, en forma de dinero y no de capital cultural, simbólico o de cualquier otro tipo–, es necesario ejercer la mirada crítica y fomentar los espacios de debate respetuoso para generar nuevos acuerdos que resistan a los diferentes poderes de turno. Y mantener la fantasía. La fantasía como terreno fértil para la resistencia que debemos dar.